jueves, 27 de febrero de 2014



Los que me conocen un poco saben que soy más lectora que espectadora  y que, a la hora de elegir, siempre pienso que es mejor el libro que la película (cuando es el libro el que inspira la película, ojo). ¿Por qué? En general porque es allí, entre las páginas, donde se fragua la historia, donde los personajes cobran vida y donde, de verdad, podemos conocer todos los detalles y vericuetos de la historia que nos cautivando en ese momento.

Dicho esto, también debo decir que, a veces, solo a veces, las películas consiguen cautivarme tanto como los libros y se convierten en compañeras recurrentes de tardes de sofá y lana. Esta es una de esas veces.

Como tantos otros, he leído los libros de Tolkien pero debo reconocer que no soy una entendida en los mismos, tal vez por eso he disfrutado de las películas de Peter Jackson como una auténtica enana. No me acuerdo de todos y cada uno de los detalles, no conozco a todos los personajes al dedillo y, aunque hay cosas que me sorprendieron y me chocaron en un primer momento, pronto decidí dejarme llevar y no pedirle a la versión cinematográfica más de lo que me iba a dar. Con esto quiero decir que asumí pronto que la película se dejaría muchas cosas en el tintero (por más que a muchos les parezca buena idea, a mí me decepcionó enormemente no ver a Tom Bombadil por ningún lado), que podría cambiar a los personajes (no me preguntéis por qué, cuando leí el libro imaginé a Trancos mucho más mayor), que modificaría hechos y escenas y que, como en cualquier película basada en un libro, adaptaría la historia como más le conviniera. 

No todo me gustó y debo decir que no acabo entender algunos cambios, para mi gusto totalmente innecesarios y sé que, por mucho que se hayan esforzado guionistas, actores, etc., lo que escribió Tolkien siempre será mucho más grande que lo que vemos en las películas. No olvidemos que esta gran autor creó un mundo, con sus lenguas, sus razas y su historia, una historia larga, con distintas épocas y una cantidad impresionante de personajes. Eso, por mucho que queramos, no cabe en tres películas.

Pero también soy consciente de que la literatura de Tolkien no es para todos y de que, a pesar de haber inventado unas historias maravillosas, su ritmo pausado y descriptivo las hace, a veces, un poco farragosas; que a muchos los libros gordos les dan miedo, que las películas nos cuentan en un rato lo que leyendo nos llevaría días o hasta meses y que, para los no lectores, estos detalles que Jackson cambió, no son tan importantes. Por otro lado, para mí fue estupendo pasear por Rivendell, me enamoré, otra vez, de la Comarca, me emocioné, pasé miedo, me reí y quedé cautivada por escenarios, cuentos y batallas.
Si tengo que dar una opinión os diré que no puedo considerar mejores las películas que los libros pero que las primeras me gustan muchísimo y acercan a un mundo maravilloso a quienes, de otro modo, no lo habrían conocido; que tanto en un formato como en el otro, mi favorita es la primera parte y que creo que en ellas se trata con respeto y admiración la obra de un gran hombre y un gran escritor.   


            Gracias a Matilda de "Matilda libros" por su colaboración especial en esta sección.


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