viernes, 18 de julio de 2014
Ayer cogí mi bolso (equipado con clínex para las inevitables lágrimas) y me fui a revivir la historia de Hazel Grace y Augustus Waters.
No me extenderé mucho, porque fue precisamente esa mi sensación, sentada en la butaca: revivir la historia que había vivido al leer el libro.
La misma estructura de sucesos, decenas de diálogos calcados, interpretaciones impecables, esencias plasmadas con respeto y eficacia: un gran trabajo.
Es una película que me parece dedicada para aquellos que han leído el libro y que lo recuerdan con cariño, pero también es una película que cualquiera que no haya leído el libro puede disfrutar sin lagunas inexplicables. 
Ha estado a la altura del libro y eso es uno de los mejores halagos que puede recibir una adaptación. Incluso las cosas que han tenido que omitir, por falta de tiempo, me han parecido elecciones razonables y que dinamizan la esencia de lo que queríamos ver. 
Salí satisfecha, encantada de haber visto a los personajes de verdad en una pantalla: acompañé a Hazel, me enamoré de Augustus, me reí con Isaac y recordé que la vida es extraordinaria gracias a la gente que nos rodea que es especial para nosotros y porque nosotros mismos también somos especiales para ellos.
No puedo decir más, sencillamente, tenéis que verla.
