viernes, 25 de abril de 2014

Hoy os traemos dos fantásticos mini relatos que nos habéis enviado para la sección "Una imagen. Un relato". 

Esta vez os retábamos a inspiraros en la siguiente foto:


Vuestras historias:



¡Mil gracias!

También aprovechamos para recopilar las tres que escribimos nosotros, por si os las perdisteis en Facebook

Esta vez cierro los ojos temiendo lo que voy a soñar. Los brazos de Morfeo no tardan en llevarme lejos de aquí. De nuevo la misma habitación, de nuevo las mismas paredes frías y blancas que se hacen eco sordo de mis peores pesadillas. Una sola puerta, una única salida vetada. Me acerco con miedo al picaporte y me asomo a su único ojo metálico y amenazador. Observo en silencio, notando las manos temblorosas y el corazón desbocado. Mis pupilas se dilatan y me aparto deseando no haber visto nada. Grito y sé, en lo más profundo de mí ser, que no volveré a despertar.

Llamó al ascensor, pero comunicaba. Le chilló, pero debería de estar demasiado arriba como para oírle, así que se rindió y pulsó el botón. Durante el trayecto maldijo ese último refrigerio de más. Ya, frente a su casa, empezó el duelo contra el pomo... Este le pretendía engañar desdoblándose a un lado y a otro, pero atacó letalmente con un movimiento seco y fuerte. Se rompió la uña y arañó la puerta. Otro intento y parecido resultado. Se percató de que estaba usando la llave equivocada. Probó con la buena pero solo consiguió que, tras la puerta, saliera la que parecía su vecina, y le dirigió palabras pocas amistosas. Cuando ella logró hacerle entender que se había equivocado de edificio no pudo más que ponerse a reír e hipar en el suelo confundiendo los gritos de la señora con panderetas que aplaudían su cómico despiste.

Introduje la llave. Una, dos, tres vueltas, la puerta soltó un chirrido que cortó el aire y rompió el silencio, hasta el momento solo interrumpido por mis pensamientos. Terminé de abrir la puerta y para mi sorpresa, solo había libros. Montañas y montañas de libros. Las palabras inundaban el lugar, los sueños un día escritos, no dejaban sitio a las pesadillas. Mil olores, mil y un respiros escribían melodías en el aire, calmando la mente y el alma. Y allí al fondo, escondido, un gran sillón de dudosa edad, vestido con lo que una vez pudieron haber sido las cortinas de la abuela. Me senté y me dispuse a leer libros olvidados, historias que, casi sin fuerzas, yacían en un rincón con el polvo acumulándose en sus cubiertas. Leí, leí y leí, cada palabra, cada frase, acariciando las páginas con dulzura entre las yemas de mis dedos, aún húmedas, por el contacto de mis labios. Y así el tiempo pasó y esa habitación que había permanecido cerrada y oculta hasta el momento, se convirtió en mi día a día, en mi refugio, en mi sustento, mi escondite secreto, mi pasaporte, mi castillo en el cielo. Y es que uno no sabe lo que se esconde tras cada puerta, es necesario abrirla para ver a través de esa cerradura, a veces demasiado pequeña.

¡Nos los hemos pasado en grande!
¡Tenemos muchas ganas de repetir!
¿Y vosotros?








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